Revista CSCAE  Arquitectos 185

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Memoria

Una laguna salina se roba al océano mediante una guirnalda de elementos. La delimitan formando un paisaje lejano de grutas y alineaciones boscosas que filtra la fuerza de las olas y da lugar a un mar en calma para recorrer con pequeñas embarcaciones. La naturaleza del mundo subacuático queda detrás de este primer plano dulcificado, con sus enigmas y su seducción, como en el cuadro barroco que reproducimos.

Estos elementos paisajistas son estructuras desnudas flotando en el mar, con anclajes entre ellas y con el fondo marino. No hay masas ni superficies, los volúmenes se componen sólo de una maraña de barras huecas en aparente desorden. Son cuerpos permeables, que agotan la fuerza del agua que los atraviesa. Las corrientes, vientos y mareas modifican la geometría del recorrido y las relaciones entre estos esqueletos vegetales.

Estas estructuras emergen de un proceso de manipulación de una unidad básica mediante patrones ornamentales de agregación y crecimiento. El proceso se materializa con barras huecas de polietileno reticulado como las utilizadas en agricultura para regadíos. Estos tubos son capaces de cumplir una función mecánica como barras de estructura de mallas espaciales. La ventaja es que se fabrican para conducir fluidos. Por su interior hueco fluye aire y agua. El patrón de agregación produce una fontanería de redes tridimensionales de circuitos independientes, conectados a unos nódulos inteligentes de toma de datos sobre la velocidad del viento, la fuerza de las olas, temperaturas y otros parámetros del ambiente. Esos nódulos bombean agua o aire para responder a las condiciones ambientales, para mantenerse a flote, resistir el oleaje y sostener en un rango determinado las condiciones del espacio de agua ganado para la ciudad.

Así surge esta propuesta, como una estructura de barrera artificial dentro y sobre el mar que mejora las condiciones de corrientes, vientos, navegabilidad y apropiación de la zona costera. A nivel subacuático se comporta como arrecife coralino y convierte la zona en un microsistema de arrecife. A nivel de superficie genera un espacio natural urbano de mediación entre mar abierto y ciudad. Modifica el emplazamiento dotándolo de vitalidad, con recorridos, activando el lugar. La travesía se aprecia como una nueva experiencia y observatorio del mar.

 

EL SILOGISMO DE LA HIERBA

Para la elaboración de este sistema nos hemos servido de una reflexión de Gregory Bateson. En 1980, dicho autor, en una conferencia titulada: “La Metáfora y el Mundo del Proceso Mental”, cuestiona el primero de los dos silogismos que a continuación exponemos, que ha sido desde Sócrates considerado por la comunidad científica como el único válido para la observación de la Naturaleza.

El silogismo socrático: Los hombres mueren. Sócrates es hombre. Sócrates muere.

El silogismo de la hierba: La hierba muere. Los hombres mueren. Los hombres son hierba.

Defiende la validez del “silogismo de la hierba”, que tiene que ver con estructuras de pensamiento propias de los poetas o de los esquizofrénicos. Se caracteriza en que iguala a los sujetos por identificación de predicados.

Los predicados, según Bateson, son patrones, el más sencillo de los cuales es el número: las flores tienen cinco pétalos, todas, su patrón numérico es el cinco. La naturaleza se compone a sí misma probablemente con esta lógica, más poética o más esquizofrénica.

Creemos que Louis H. Sullivan en su libro “Un Sistema de Ornamento Arquitectónico Acorde con una Filosofía de los Poderes del Hombre” intuía una pertenencia y complicidad con la naturaleza como la que defiende Bateson. Hemos extraído del citado libro estos pensamientos: “Compenetración implica visión exquisita”, “Observar en una fusión de identidades la vida como movimiento por doquier, incesante y silenciosa, abismal en significado, mística…”, y en la Láminas que incluye el libro añade la nota: “para un conocimiento elemental de la vida vegetal de las plantas, remítase el estudiante a “Gray’s School and Field Book of Botany”.

Louis H. Sullivan cuenta con una brillante intuición poética para elaborar su “Sistema de Ornamento Arquitectónico Acorde con una Filosofía de los Poderes del Hombre”. De forma resumida, su sistema consiste tomar formas geométricas simples, basadas en ejes o polígonos regulares, para llegar a resultados formales complejos mediante la deformación de las figuras iniciales, y la adición de otros elementos.

“La forma rígida geométrica es considerada un recipiente de energía, al cual se impone la voluntad germinal y liberadora por la libre opción, inteligencia y habilidad del hombre”. A partir de esta estimulante convicción de Sullivan, tomada del libro de referencia, proponemos un método que partiendo de una “forma rígida geométrica”, dé como resultado objetos arquitectónicos con la complejidad y libertad del “impulso vital” que los origina.

En un juego anacrónico con Sullivan, la “forma rígida geométrica” la extraemos literalmente de la lámina 5 del citado libro, continuando la serie que reproducimos en imagen. Esta unidad elemental consiste en una figura ramificada en tres ejes no coplanares que son el germen de una estructura arbórea. Su forma lo indica, aunque podría ser una representación esquemática de una figura humana, incluso tiene el tamaño de una persona.

El “impulso vital” se concreta en la replicación del elemento de primer orden y en la disposición geométrica de las agregaciones en mallas espaciales diferentes. Se trata de alineaciones de elementos unidos mediante conexiones en los extremos de las barras. Primero se unen formando elementos casi bidimensionales, como la silueta de una masa boscosa. Este elemento de segundo orden se repite en líneas o rotaciones tridimensionales, siguiendo una geometría de paraboloides hiperbólicos. La superposición e interferencia de estas mallas da lugar a una masa abigarrada de barras sin orden aparente.  Esta secuencia acompaña los recorridos en barca y forma un límite que envuelve este fragmento de paisaje marino. La actuación convierte en una tranquila laguna salina a esta porción de océano Atlántico.

 

Madrid, mayo de 2008

Dos autores, con Carolina Bechara, arquitecta